Convivir con una persona maltratadora es ya de por si un problema complejo de afrontar y aún más difícil de encontrarle una solución por parte de la víctima que por temor, por necesidad de un lugar dónde residir, por falta de ayuda familiar y por ineficiencia para protegerla de las autoridades policiales y judiciales como del mismo Estado que demora en hacer acto de presencia, terminan siendo asesinadas por su propia pareja.
Un caso es el de la mujer encontrada enterrada en los acantilados de Mar del Plata, nadie vió nada, la policía encontró la pala utilizada pero no rastreo bien el lugar, hasta que el asesino confeso.
El caso de la mujer de Monte Chingolo y su hija, también asesinadas, en el marco del encierro obligatorio por la cuarentena. Las encontraron a pocos metros de su residencia habitual. De nuevo el asesino fue su pareja, que aprovecho el encierro, para tener impunidad, fue detenido y confeso, pero eso no trae a la vida a dos seres humanos que no tuvieron oportunidad de defensa, ni asistencia estatal.
Estos casos, de violencia contra la mujer, de hombres con perversiones y mentalidades asesinas, son encubiertos por la propia sociedad en la que viven y por las mujeres que son sus parejas que no quieren o no saben como darse cuenta de lo que les puede suceder y perdonan todo maltrato que reciben ellas y también sus hijas/os. Con esta mención no se trata de revictimizar a la victima, de echarle la culpa, sino de alertarla. En todo caso la culpa es de un sistema estatal que no les da la suficiente importancia a sus denuncias, que sigue dándoles vueltas, que mantiene una burocracia incomprensible y con ello se transforma en un Estado cómplice.
La mujer debe tomar medidas de cuidado denunciando las veces que sea necesario en las comisaria locales o en las fiscalías penales, todo tipo de acoso, sea sexual, telefónico, laboral, o con presencia pasiva frente al domicilio y todo tipo de maltrato hacia su persona o hijas/os que vivan con la pareja, pidiendo la exclusión correspondiente y la provisión de un botón de pánico o llamando de inmediato al 911 si se separo y su ex-pareja ronda su lugar de residencia o laboral.
Perdonar muchas veces es perder la vida, aunque no todo hombre es un asesino en potencia, más vale prevenirse, ante cualquier señal que pueda implicar un peligro latente, especialmente hoy día con una cuarentena obligatoria que dispara discusiones y mayores niveles de violencia, en el seno del hogar o residencia común, en éste último caso es recomendable recurrir a un familiar.