Columna de opinión por Mgter. Jorge A. De Gioia
Ningún iniciado en la carrera política hoy día o políticos con años de experiencia, tienen capacidad de conducción y ello esta a la vista con solo ver a lo largo y ancho de nuestro país que no existen dirigentes con liderazgo ni con el carisma que sirve para establecer un ida y vuelta con las masas sociales que permita ver como conducirlas hacia un destino común.
La conducción política, es un arte que hay que cultivar todos los días, es uno de los puntos básicos de otro arte, que es el de gobernar y no a cualquiera, sino a hombres y mujeres libres y pensantes, que en general son subestimados.
Como lo expresaba Juan Domingo Perón, “no hay recetas para conducir un pueblo”, tampoco un equipo de trabajo interdisciplinario. Uno u otro mal conducidos pueden ir al fracaso, junto con el conductor político o quién profese el arte de gobernar.
En la realidad actual, ambos conceptos se encuentran unidos en un punto, gobernar es un arte democrático no una imposición autoritaria, ni un obrar tiránico. Conducir grupos humanos implica comprender sus inquietudes, sus necesidades, sus problemas, oír y escuchar, generar planes participativos, discutirlos y ponerlos en acción, no se trata solo de hacer discursos políticos vacíos de contenido, sino de generar hechos concretos.
Gobernar no es gestionar, es poner en obra Planes de Acción y Programas de Gobierno, que apunten al bien común, tomar decisiones complejas, tener criterio lógico, trabajar en equipo, ver y comprender las realidades sociales. Es cambiar una realidad por otra, con participación ciudadana, con consenso, brindando información, siendo transparente, no es prometer, es en síntesis “poner en obra” mediante políticas públicas cuidadosamente elaboradas.
Gobernar, es ejercitar un poder delegado, dónde hay una lucha constante por el dominio y el control, donde se otorgan ventajas a unos y desventajas a otros, donde impera la desigualdad del Juego Social, una desigualdad que puede ser evitable si se gobierna con criterio lógico.
El juego político, el económico, el de la vida cotidiana, el juego personal de la disputa de liderazgo, el juego comunicacional, a fin de lograr apoyos mediante la interacción entre emisor-receptor- emisor, el cuidado de los bienes naturales como fuente de recursos que permiten la gobernabilidad del sistema, como el de los valores del dirigente político, tanto morales como éticos, deben ser comprendidos y entendidos en toda su magnitud por el gobernante a fin de que sus objetivos en pos del bien común se puedan cumplir lo más ampliamente posible.
No hay que prometer lo que no se puede realizar, eso mina la credibilidad de cualquiera político o no, hay que ser claro y simple, ponerse en el lugar del otro. El ejemplo desde arriba genera una cadena de ejemplos similares hacia abajo y fortalece la gobernabilidad y la conducción política.
Hoy estamos en un camino sinuoso, dónde no hay liderazgos firmes ni conducción política, con un gobierno que confundió la aplicabilidad y trasplante de modelos de gestión privada provenientes del ámbito empresarial al aparato publico y se tomo nuevamente al ciudadano como cliente de un mercado que no genera competencia e igualdad, sino todo lo contrario.
Seguimos fallando por repetir, aunque con otros nombres, recetas del pasado, por creer que tenemos la centralidad del poder decisional en políticas económica y social, cuando lo perdimos nuevamente al pasarlo al FMI y volvemos a hablar de los jubilados cuando millones de ellos no alcanzan a lograr completar su canasta alimentaria.
Por ello la salida como inicaba el famoso Ingeniero Chileno Carlos Matus esta en “revolucionar el estilo de hacer política y el estilo de gobernar” y para ello nada mejor que el político deje de ignorar al científico y a la técnica, como parte de las soluciones de los problemas del conjunto social, del país, de una provincia o de un distrito.